A Miss le gusta el ejercicio

Qué bien me sienta el buen tiempo, el poder salir sin taparme hasta las orejas, sin mil y una capas, sin un montón de chaquetas colgando de mí cuando no se necesita llevarlas puestas. Apetece salir mucho más (y eso que con el frío no es que me quede en casa. Bueno, aquí tampoco es que haga frío polar muy a menudo). Y apetece hacer otras cosas, ir a lugares diferentes. Que se note que la primavera acaba de empezar y que aun quedan por delante un montón de meses de casi ni pisar el felpudo.

El lunes, casi recuperada Miss de la gastro y después de tres días enclaustradas en casa por su dolor de pancha y sus constantes idas y venidas al wc, pasamos un par de horas en un gran pinar que hay al lado de casa. Hay varias zonas de columpios y estructuras, así como barras y tablas para deportistas, que por allí se ve a muchos corriendo. Pues a Miss le gustaron estas barras especialmente y allí que nos tiramos media tarde, con ella haciendo ejercicios varios, creo que inventados, o quizá los saca de su clase de gimnasia educación física, a saber. Y Mister y yo mirándole, aplaudiéndole y siguiéndole el rollo en su juego de maestras. A mí me hacía gracia, pero Papagoloso, de haber estado, habría entrado en un estado de «que esto no sea un sueño» o «que mi niña no me cambie» o «bien! a este ritmo vamos a la Olimpiadas 2024», chirivitas en los ojos incluidas. Porque eso sí es realmente (lo más) importante, que la niña haga deporte. Y si es buena mejor. Y si compite y gana aun más. Y si es olímpica pues ya te cagas. Y es que Miss no es que sea precisamente la habilidad físico-deportiva personificada, ha salido a mí, mal que le pese a su padre; vamos, tampoco es que sea torpe, pero trazas de olímpica de momento como que no se le ven. En fin, la tarde cundió, llegamos a casa a la hora de cenar pero con baño y cocina aun pendientes, por lo que la hora de acostarse se atrasó un pelín bastante. Eso sí, después del ejercicio físico de la tarde cayó rendidita en cuanto se metió en la cama.