El martes por la noche publiqué la cena de mis hijos en Facebook y en Instagram, como viene siendo costumbre, y a la mañana siguiente me desayuné con comentarios que, además de sacarme una sonrisa de buena mañana, me llevaron a escribir este post. No soy experta en el tema, solo soy madre y aquí simplemente hablaré de mi experiencia.
Es verdad que mis hijos comen bastante bien, lo que no significa que acaben todo lo que les pongo en el plato, ni que coman de todo. Si considero que comen bien es porque, aunque por lo general no comen grandes cantidades, comen variado, alimentos de todo tipo. A mis hijos no les gusta todo; de hecho, no conozco a nadie a quien le guste todo todo. A Bruno no le gustan los champiñones, así que no suelo ponerle cuando hay, o dejo que se los retire si van junto con algo. A ninguno les gustan las alcachofas, así que tampoco les pongo. Intento tener en cuenta sus preferencias y ponerles cosas que sé que van a comerse más o menos bien, aunque alguna vez les ponga alguna cosa menos apetecible para ellos.
Lo de los espárragos fue cosa suya, ni siquiera se los poníamos en sus platos. Pero una noche que los teníamos de acompañamiento en mi plato y en el de mi marido, Bruno cogió uno para probar y le gustó, así que la siguiente vez les puse a ellos también, como si nada. A Marcela le ha costado más hacerse a ellos, pero ha ido poco a poco hasta que ya se los come enteros y se alegra cuando los hay para cenar.
No hay truco, lo siento. No hacemos platos divertidos con caras graciosas; ni cocinamos en plan familia feliz dejando que ellos colaboren, y si puedo ir sola a la compra mejor que acompañada con niños tocándolo todo. Lo que sí intento es dar ejemplo. De hecho, yo odiaba los guisantes, no comía nunca, hasta que Marcela tuvo edad de comerlos. No es que me apasionen, pero me los como.
Imagino que también influye el haberles puesto en el plato de todo desde siempre, incluso de peques cuando aún eran reacios a nuevos sabores y texturas, para que lo vieran como lo normal y probaran si querían, sin forzarles. A veces comían, otras ni probaban. Siempre he pensado que las ideas preconcebidas, los miedos y las manías de los padres respecto a la comida de los niños, no favorecen en absoluto los buenos hábitos alimentarios de estos. Y no vayáis a pensar que yo no tengo ninguna.
Con los dos, desde que empezaron a comer sólidos, hemos hecho lo posible por normalizar el tema comida. Ellos comen en el cole, donde por cierto intuyo que comen peor que aquí, y los fines de semana o comemos fuera o hacemos algo rápido y fácil tipo pasta, arroz a la cubana, ensalada de lentejas o judías con jamón. Rara vez salimos de ahí; ni mi marido ni yo somos grandes cocineros ni nos mola complicarnos con grandes elaboraciones. La suerte es que mi madre tiene un bar-restaurante y vamos a visitarla mucho, y mis suegros también nos traen comida de vez en cuando, así que marido y yo entre semana vamos servidos. Y para cenar pues ya sabéis, abundan los platos a la plancha de carne o pescado acompañados por algo de ensalada o verdura. Una noche lechuga (iceberg de bolsa, ya cortada), otra tomatitos cherry (que son de bocado y así no hay que cortarlos), o pepino, o zanahoria o una mezcla de varios. Y aunque menos, también acompañamos con champiñones, espárragos… Bueno, puntos suspendidos tampoco, porque no hacemos muchas más cosas.
Que en casa uno de sus platos preferidos sea el de judías con jamón, no quiere decir que vayan a comerlas fuera. En el cole no les gustan. De la paella las retiran. La zanahoria les encanta cruda, pero cocinada ni verla. De las brochetas solo comen la carne. Y la menestra, al menos Marcela, la detesta. ¿Qué? ¿Acaso pensabais que se lo comían todo?
Eso sí, nunca hacemos platos diferentes para cada uno, ni a la carta. Lo que se hace es lo que hay para cenar, para todos igual, así que si hay hambre se come, y sino pues ya se desayunará mañana, porque si no hay hambre para cenar, tampoco la hay para el postre. Y esto no quiere decir que no tengan postre si no acaban el plato, pero al menos han debido comer un poco.
Ellos saben que hay que intentar comer de todo, que no pasa nada si algo no les gusta, pero algo, no todo el plato. Si el plato lleva varias cosas, pueden dejarse una, dos a lo sumo, pero el resto no; al menos deben comer un poco, sobre todo sabiendo yo que otras veces se lo han comido (es raro que les ponga más de un alimento que sé que no les gusta). Además, no acostumbro a camuflar alimentos, salvo contadas excepciones. Eso sí, en ese caso, si me preguntan qué lleva, lo digo.
Os pongo ahora para los que no seguís nuestros Mamá, qué cenamos hoy? imágenes de algunas de nuestras últimas cenas:
Resumiendo, y aunque no soy muy dada a dar consejos, os diría que intentarais normalizar el hecho de comer verduras desde que empiezan a comer sólidos; que os limitarais a animar, sin forzar ni entrar en cólera porque no quieren algo, y que no les obligarais a acabar todo el plato. Bueno, y que intentéis tratar el tema comida con la mayor tranquilidad posible.
Y por supuesto, no siempre sale todo perfecto; de hecho, rara vez sale perfecto. Ellos tienen días cruzados y yo días de concesiones.
¿Me contáis ahora vosotros?
PD: Si queréis ver cada noche nuestras cenas y el éxito que han tenido en los niños, os animo a seguirme en Instagram y en Facebook.
Y si os ha gustado el post, ¿qué tal si lo compartís? Yo os lo agradeceré.
6 Comentarios
Crisnasa
18 diciembre, 2015 at 10:56Yo creo que el «secreto» es ese: ofrecerles todos los días verduras. Recuerdo cuando empecé con los sólidos que mi pediatra me dijo: «tú ponle siempre en el plato verduras, se las coma o no. Finalmente acabará haciéndolo». Así lo hago y con 10 años sigue quejándose pero me niego a hacerle platos distintos. Hay cosas que se come y otras que no pero, vamos, por que un día no se termine la cena no le pasa nada.
Noelia - Golosi
18 diciembre, 2015 at 14:26Ni por un día ni por dos 😉
Buen consejo el de tu pediatra
Irene MoRe
21 diciembre, 2015 at 14:04Yo creo que Peque les ha cogido manía, porque en puré come de todo, pero en el plato, enterito, ya es otra cosa.
Come en el cole, allí mejor que en casa, pero es que en casa nos llama la atención para que estemos pendientes de él. Lo de la llegada del hermano sin duda también ha influido en sus hábitos de alimentación.
Ojalá poco a poco consigamos normalizar el pescado y la verdura en sus comidas.
Besos guapetona.
Noelia - Golosi
13 enero, 2016 at 03:00Pues paciencia. Y quizá llegue solo. Hay veces que no es más que cuestión de tiempo.
Besazos.
mirari
22 enero, 2016 at 10:13a mi hija le encanta la verdura, es un mito…
Noelia - Golosi
22 enero, 2016 at 11:34Jeje, un mito convertido en realidad 😉