Cinco médicos, cuatro maestras, tres peluqueras, dos pintoras, dos veterinarios, una matrona, una pediatra, un mecánico de aviones, un cuidador de animales, un carpintero y una corredora. Si los hijos de mis amigos tuvieran que decidir ya su futuro laboral, contaríamos en el grupo con profesiones de lo más variopinto, ¡porque hay de todo! ¿O no?
Pues no, seamos realistas, los niños apenas conocen profesiones si tenemos en cuenta todas las que existen, así que muestran sus preferencias, pero solo por los referentes que tienen. Y oye, yo que me alegro, que no hay necesidad de que a los 6, a los 8 o a los 10 años deban tener claro qué serán de mayores, y total, para que luego los adultos nos encarguemos de derrumbar sus sueños.
Nunca me ha preocupado que mi hija respondiera que quería ser peluquera, o mi hijo que le gustaría ser jugador de fútbol, cosa que por otro lado no entiendo, porque a parte de que nunca le hemos guiado hacia este deporte, es que es un pato con el balón en los pies – en las manos ya es otra cosa -. Sé que son cosas de niños el pensar que cuando crezcan seguirán haciendo lo mismo que ahora, y en cierta manera es bonito que así sea, bendita inocencia. Y ojo, que conozco personas que desde bien pequeños han tenido clara su profesión y así ha sido, pero vaya, no es lo más corriente.
Una vez me preguntaron qué profesión me gustaría que tuvieran mis hijos y no supe qué responder. Cuando pienso en lo que quiero que sean de mayor, solo pienso en que sean felices. Qué original, eh, ¿qué madre no quiere lo mismo para sus hijos? Pero no nos engañemos, todos, en algún momento, consciente o inconscientemente, nos hemos dejado llevar por pequeños sueños en los que vemos a nuestro retoño con la bata blanca, o la tiza en la mano, o rodeado de animales, o subido en una nave espacial, por ejemplo. Seguro que pocos sueñan con tener un hijo barrendero, dependiente de tienda o soldador, y eso que son profesionales tan necesarios los unos como los otros.
Es muy bonito lo de «que mi hijo sea lo que quiera», pero… Seamos realistas, si alguno de mis hijos a los 16 años me dice que no quiere seguir estudiando y que va a ser albañil/limpiador/camarero/etc. no me va a parecer tan ideal (sin ánimo de desprestigiar ninguna profesión, que no van por ahí los tiros). No tengo ninguna preferencia para su futuro profesional, pero sí me gustaría quiero que estudien una carrera. Y es posible que su futuro laboral poco tenga que ver con lo que han estudiado y que acaben siendo la peluquera o el albañil que soñaban de pequeños. ¿Son felices con ello? Entonces yo también. Se trata de ofrecerles posibilidades, experiencias, sabiduría, facilidades.
Pero hasta ahí mi influencia; lo que estudien, si llegan a estudiar, ya será decisión exclusiva de ellos, o así entiendo que debería ser. No quiero que mis hijos estudien algo que no les guste, que no les llene, que no les haga felices. No promoveré que la elección de mis hijos vaya en función del éxito laboral por el solo hecho de labrarse un buen futuro. ¡Y ojo! que no pretendo restar importancia a este factor, muy a tener en cuenta, pero he tenido la suerte de estudiar lo que quise y estoy convencida de que no habría sido igual de haber estudiado lo quería mi padre.
Bruno no se inclina por nada, pero Marcela dice que quiere ser pintora, ilustradora más bien, de libros, láminas y tal; no se ve exponiendo grandes obras en museos jeje. Sabe que para estudiar Bellas Artes debería irse fuera y, para nuestra sorpresa, no le hace ascos al tema. Quizá saber que yo también estudié la carrera en otra ciudad y ser protagonista de lo bueno que me ha aportado influye. Pero aún queda un mundo hasta entonces y muy probablemente cambie de idea unas cuantas veces. Recuerdo que después de querer ser actriz, monja (oigo vuestras risas, quién lo diría), abogada, periodista o, sobre todo, enfermera, me decidí por Trabajo Social justo un año antes de ir a la universidad. He tenido suerte y desde poco después de acabar la carrera trabajo de ello, pero ¿cuál sería mi situación actual de no haber sido así? ¿Habría trabajado en cualquier sitio y me habría apalancado? ¿Habría estudiado otra cosa? ¿Estaría en el paro después de pasar por diferentes trabajos?
7 Comentarios
Aprendemos con mamá
23 septiembre, 2016 at 12:03Al mío le gustaría ser arquitecto
Noelia - Golosi
23 septiembre, 2016 at 23:09Ojalá logre ser lo que se proponga y lo que le haga feliz
Aurelia
23 septiembre, 2016 at 20:25buaff pues no da vueltas la vida…
Noelia - Golosi
23 septiembre, 2016 at 23:09Muchas 😉
Gracias por pasarte.
jorge
24 septiembre, 2016 at 19:36Mis hijas quieren ser profesora una y médico otra. Yo quiero que sean felices.
Jorge
24 septiembre, 2016 at 19:51Pues eso.
Nuria
29 septiembre, 2016 at 08:59Hola Noelia,
Yo pienso que el mundo académico está un poco sobre valorado y que sería genial recuperar el aprecio por lo artesanal. Por las artes manuales. Por el trabajo meticuloso y bien hecho. Hoy en día se lo dejamos todo a las máquinas y a las prisas y al final dar, por ejemplo, con un buen ebanista es como encontrar una aguja en un pajar… y me parece una pena.
Pero como dicen por arriba «las vueltas que da el mundo» 😀
Un abrazo!!